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"El vicio del periodismo declarativo no conoce límites: cada vez que el presunto Bin Laden graba su voz en una cita (donde se esconde debe estar difícil conseguir la cámara de vídeo) para reivindicar atentados y amenazar con otros nuevos, una parte de la llamada prensa seria le entrega gratis unos espacios destacados para publicitar sus fechorías".
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