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Han pasado dos meses y las calles de Ixtaltepec siguen llenas de polvo y tierra. Polvo de tabiques rotos y ladrillos viejos. Tierra de los patios, que vuela libre sin la contención de las bardas perimetrales. El sismo del 7 de septiembre lo tiró todo en este pueblo del sur de México: paredes, techos, vallas. Todo. Y el polvo... En estos días de viento, los vecinos del pueblo tienen los ojos rojos, irritados. Aunque ese parece el menor de sus problemas. Grandes, pequeños, medianos, hay problemas a montones. Algunos siguen con miedo a dormirse y que la última réplica del temblor les agarre desprevenidos. No importa que duerman al raso, sin techo alguno que amenace con caerles encima. Hay quien pelea con los técnicos por conservar siquiera una pared de la casa y así ahorrar en la reconstrucción. Y desde luego hay muchos -la mayoría- que se han visto envueltos en eternas pesadillas burocráticas, con tal de aparecer en la lista de beneficiarios del Fondo Nacional de Desastres, Fonden.
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